"Un escritor nunca olvida la primera vez que acepta unas monedas o un elogio a cambio de una historia. Nunca olvida la primera vez que siente el dulce veneno de la vanidad en la sangre y cree que, si consigue que nadie descubra su falta de talento, el sueño de la literatura será capaz de poner techo sobre su cabeza, un plato caliente al final del día y lo que más anhela: su nombre impreso en un miserable pedazo de papel que seguramente vivirá más que el. El escritor está condenado a recordar ese momento, porque para entonces ya está perdido y su alma tiene precio". El juego del Ángel. Carlos Ruiz Zafón

lunes, 13 de agosto de 2012

La joven  se despertó de un respingo en mitad de la noche. La frenetica accion de su sueño había provocado que abriera los ojos súbitamente en medio de un ahogado grito. Intentó acompasar sus altidos y su respiracion mientras miraba a la oscuridad que la rodeaba. Estaba arropada en su cama, nada malo había ocurrido o podía ocurrir. Se secó los ojos empañados en lágrimas con las sabanas mientras se volvía a acurrucar pegada al borde de la cama para retomar aquel espantoso sueño.

sábado, 4 de agosto de 2012

Son los peores

Los inconformistas son los peores. Si pudiéramos clasificar las formas de ser de la gente con calificativos categóricos aquellos a los que llamáramos inconformistas serían los más peligrosos, incluso por encima de los crueles y malvados. A diferencia de estos últimos los inconformistas son auto destructivos, no obstante su honda expansiva hace que sus acciones repercutan en los demás.

Son gente que lo suele tener todo o casi todo, pero que le casa posibles problemas futuros. También suelen ser aquellos que se obsesionan con que algo tiene que ser de una forma particular y cuando no se cumple las expectativas que tenían, se decepcionan irremediablemente achacándose la culpa a si mismos. Además otra característica básica de estos individuos es el hecho de que son unos tremendistas, si algo les contraría saltarán con una contestación completa y absolutamente inverosímil que solo tiene sentido en su retorcido cerebro. No son gente fácil de tratar, aunque lo parecen, nunca están conformes con lo que tienen, nunca es suficiente lo que consiguen, si, siempre quieren más y más. No obstante cuando los conoces no parecen nada de eso. Son seguros de de si mismos, bromistas y un tanto payasos, parecen que viven el Carpe Diem cuando en su interior tienen lava derretida de volcán a punto de errupcionar.

Y un ser de estas características, después de darle mil vueltas a su cerebro alcanza la barrera del inconformismo extremo. Se plantea el suicidio.

Adriana lo tenia aparentemente todo. Buenos estudios con un futuro prometedor, amigos y amigas con los que pasar buenos ratos, una vida sin problemas y desde hacía unos meses un novio que, sorprendentemente para ella, la quería. El problema es que Adriana era el tipo de persona que acabo de describir, una inconformista en toda regla.

Nada era suficiente aunque lo tuviera todo. Hacía complicada su vida, cuando realmente vivir su día a día era como un cuento de hadas. Podría serlo para ella, pero siempre faltaba algo. Intentaba corregir ese irremediable error suyo de no considerar las cosas sufiente, pero había algo en ella que se lo impedía.

Y eso la llevó a ponerse delante del espejo, una mañana de sábado y plantearse el suicidio. Quizá consideréis que el problema  de Adriana era la falta de autoestima e inmadurez, es posible ya que ella misma también se lo planteó. Al principio se solía consolar escribiendo, de esta forma poco destructiva liberaba las tensiones de su alma. Pero llegó un día que ni su mano ni su mente tenía palabras que escribir en su libreta. Ya estaba todo dicho, la solución era desaparecer.

Había tantas y diversas formas de matarse que quería obtar por la menos dolorosa. Fue al botiquín y escogió una caja de ansiolíticos, probablemente sufriría así una somnolienta agonía hasta un infarto o un fallo multiorgánico provocado por los componente de las pastillas. Cogió una botella de whisky de acompañamiento de la despensa, con los ansiolíticos en la otra mano, cerró la puerta de su habitación de un empujón. Vació media botella...

Se me olvidó decir que al principio un detalle sobre los incorformistas. Además de todo lo mencionado anteriormente, son unos cobardes y le tienen miedo a la muerte.

Adriana cerró la puerta de su habitación y vació la botella en el fregadero, dejó las pastillas donde las había encontrado. Volvió a coger bolígrafo, papel y comenzó a escribir...