"Un escritor nunca olvida la primera vez que acepta unas monedas o un elogio a cambio de una historia. Nunca olvida la primera vez que siente el dulce veneno de la vanidad en la sangre y cree que, si consigue que nadie descubra su falta de talento, el sueño de la literatura será capaz de poner techo sobre su cabeza, un plato caliente al final del día y lo que más anhela: su nombre impreso en un miserable pedazo de papel que seguramente vivirá más que el. El escritor está condenado a recordar ese momento, porque para entonces ya está perdido y su alma tiene precio". El juego del Ángel. Carlos Ruiz Zafón

domingo, 25 de agosto de 2013

Y dejé de hacerlo. No se si por rutina o por cansancio. Quizá fueran falta de ideas nuevas. Me quedé seca y sin nada que decir en el momento que alcancé la felicidad. La llamo felicidad porque no sabría describirla de otra forma, es muy probable que no sea la palabra correcta que defina mi estado mental actual, no obstante lo aproxima. Cuando supe que no tenia nada de que lamentarme ni criticar dejé de escribir. Era como si mi mente no supiera ver lo bonito del mundo y solo supiera ser el punto sarcástico de las cosas malas o desafortunadas que envolvian mi vida.

Y le encontré a el. No es propiamente felicidad, es más bien paz. La no busqueda es  lo que hace que uno se sienta sosegado y no sienta esa necesidad irrefrenable de tener que describir lo que te pasa, porque cuando algo me pasa se lo cuentas a el. Se ha convertido en mi confesor para todo lo que no tiene que ver consigo mismo. Y lo que tiene que ver con el me lo guardo y mi doble mente bipolar lo procesa cada dia de forma rutinaria validandolo cada vez que le beso.