"Un escritor nunca olvida la primera vez que acepta unas monedas o un elogio a cambio de una historia. Nunca olvida la primera vez que siente el dulce veneno de la vanidad en la sangre y cree que, si consigue que nadie descubra su falta de talento, el sueño de la literatura será capaz de poner techo sobre su cabeza, un plato caliente al final del día y lo que más anhela: su nombre impreso en un miserable pedazo de papel que seguramente vivirá más que el. El escritor está condenado a recordar ese momento, porque para entonces ya está perdido y su alma tiene precio". El juego del Ángel. Carlos Ruiz Zafón

miércoles, 19 de octubre de 2011

La luz de la luna bañaba sus cuerpos. La silenciosa madrugada acompañaba los suspiros que emitían sus respiraciones entrecortadas. La brisa marina cortaba sus siluetas, y las sombras de sus cuerpos se reflejaban en la fría arena. Ella abrazada y apoyada sobre el acompasaba sus latidos acelerados con los que sentía de el. El cuerpo cercano hacia que sus manos se sintieran curiosas debido a la embriaguez mental que padecía. Todo lo que jamás hubiera osado hacer en un estado sobrio ahora se planteaba como una magnifica idea. Sus labios estaban listos, le esperaban como a nadie había esperado antes. Quería sentirlos, acariciarlos, y que el mundo  se detuviera por un instante indefinido. Le miraba de reojo. Los ojos de el estaban fijos en algún punto del universo. La inmensa oscuridad del cielo lo mantenía absorto. Se acercó más a el. Le besó. La estaba esperando. Sus labios se sintieron como nunca, pero como si hubiera pasado desde siempre. Como si no hubiera nada extraño en aquel beso .Besos lentos, de esos que se saborean poco a poco, que son infinitos, de esos que no sabes cuando empiezan ni cuando acaban. Besos que hacen que lo sientas todo en un instante. De esos con los que puedes tocar el cielo con los dedos. Una nube espumosa. Cierran los ojos y se dejan llevar, nada importa esa noche.

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