"Un escritor nunca olvida la primera vez que acepta unas monedas o un elogio a cambio de una historia. Nunca olvida la primera vez que siente el dulce veneno de la vanidad en la sangre y cree que, si consigue que nadie descubra su falta de talento, el sueño de la literatura será capaz de poner techo sobre su cabeza, un plato caliente al final del día y lo que más anhela: su nombre impreso en un miserable pedazo de papel que seguramente vivirá más que el. El escritor está condenado a recordar ese momento, porque para entonces ya está perdido y su alma tiene precio". El juego del Ángel. Carlos Ruiz Zafón

jueves, 5 de enero de 2012

Cuento de fin de año

Sentía un aliento de terror detrás de su nuca. Una mano que oprimía poco a poco su cuello dejándola apenas sin respiración. El vello de los brazos de punta y un escalofrío por la espalda la hacía temblar por momentos. Un cuerpo en destrucción por el alcohol y un alma fragmentada por las drogas era la mejor forma que existía para describirla. Un pobre ser del mundo al que ni le quedaba salud o cordura. Un alma en pena sin nada que perder vagaba por la calle en sombras alucinógenas que alimentaban sus más horribles pesadillas. Fue alguien que se perdió en si misma intentando probarlo todo. Quiso saber todo lo que se sentía y ahora ni sabía su propio nombre. Lo que fue y lo que pudo ser ya no era más que un recuerdo difuso de una lejana vida que ya no conocía. Sin rumbo fijo por un callejón solitario y desolador una fría noche de 31 de diciembre cayó sobre un montón de basura y se despidió de aquella sociedad que tanto le había dado para acabar quitándoselo todo. Sin razón y sin apenas aliento despidió este banal mundo de dinero y poder pensando en algo, en su ultimo instante de lucidez transitoria, diametralmente opuesto como es el amor.

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