"Un escritor nunca olvida la primera vez que acepta unas monedas o un elogio a cambio de una historia. Nunca olvida la primera vez que siente el dulce veneno de la vanidad en la sangre y cree que, si consigue que nadie descubra su falta de talento, el sueño de la literatura será capaz de poner techo sobre su cabeza, un plato caliente al final del día y lo que más anhela: su nombre impreso en un miserable pedazo de papel que seguramente vivirá más que el. El escritor está condenado a recordar ese momento, porque para entonces ya está perdido y su alma tiene precio". El juego del Ángel. Carlos Ruiz Zafón

martes, 28 de junio de 2011

Lamentos

Había algo raro en todo aquello que lo perturbaba, una sensación extraña que le provocaba náuseas de sólo pensarlo. Espasmos involuntarios agitaban su joven y delgado cuerpo. Un malestar general provocado por algo que iba más allá de la lesión misma. Una sensación de desasosiego interior. 
Se encontraba en medio de un pasillo de urgencias, sentado en una silla de ruedas. Sus músculos no respondían a impulsos, estaba paralizado desde que le había dicho cual podía ser su destino . Miraba los tubos fluorescentes que parpadeaban encima  de su cabeza. Batas blancas andaban de un lado para otro sin detener siquiera la mirada en él. Hacia un rato una enfermera le había dejado delante de aquella puerta gris. Su desesperación mental era casi mayor que la física "posible paraplegia" había hecho mella en el. Hacia tiempo en bachillerato había oido hablar de ello. Y no tenia un buen recuerdo. Sus piernas. Ahora las acariciaba con delicadeza, como si fuera la primera vez que las viera. Peno no sentía. Los que fueron unos ágiles músculos de futbolista ahora era unos alambres rígidos. Pegaba golpecitos ligeros a sus rodillas, aquellas que tanto habían corrido. Y fue cuando pensó porque había corrido el riesgo absurdo de coger el coche aquella noche. Porque aquella tarde iba tan ciego que no sabía donde ponía el pie. Porque la insensatez del "Yo controlo" había ganado al sentido común, que en este caso resultó el menos común de todos los sentidos. Y ...¿Ahora qué?¿Lamentarse? Sintió en su espalda el respaldo de aquella silla, su condena perpetua por un exceso de confianza.

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