"Un escritor nunca olvida la primera vez que acepta unas monedas o un elogio a cambio de una historia. Nunca olvida la primera vez que siente el dulce veneno de la vanidad en la sangre y cree que, si consigue que nadie descubra su falta de talento, el sueño de la literatura será capaz de poner techo sobre su cabeza, un plato caliente al final del día y lo que más anhela: su nombre impreso en un miserable pedazo de papel que seguramente vivirá más que el. El escritor está condenado a recordar ese momento, porque para entonces ya está perdido y su alma tiene precio". El juego del Ángel. Carlos Ruiz Zafón

viernes, 25 de noviembre de 2011

Era una sensacion que ni era frio ni era calor, solo era. Esa ilógica situación de querer hacerlo todo o no poder hacer nada. Una desbordante imaginación para la cual las palabras se habían quedado cortas. Un agobio natural que la invadía sin razón aparente y no le permitia tener paciencia para reordenar sus pensamientos. Un estado de apatía mental que la ponía de los nervios.
 Un trago de vino caliente y de denso jugó corria por su garganta dejando tras de si una agria sensación de placer. Una embriaguez de los sentidos, un álgido éxtasis de euforia para volver a caer en un pozo vacío desde el cual su alma pedía a gritos salir.

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